…el horizonte me desvela lo lejos que quedaron aquellos días en los que la vitalidad de la juventud no dejaban paso a las cosa que hoy creo importantes en la vida, lo ajeno que vivimos durante esa época, y a los errores cometidos, uno no se arrepiente de lo que hizo mal, se arrepiente de lo que no hizo, es curioso, pero es así, alguien pensará lo contrario, pero si lo analizamos detenidamente llegamos a esa conclusión, vivir la vida pensando que hoy es el último día, sin darnos cuenta que hay un mañana y otro, y así hasta llegar a las arrugas en la frente y las sienes llenas de nieve. La desaceleración que produce el tiempo en nuestras vidas, nos lleva a la mesura del pensamiento, en ocasiones, incluso a ver situaciones que nos parecen erróneas, y pensar que nosotros éramos iguales, cometíamos los mismos errores, y nos parecía que nuestros progenitores eran demasiado duros o antiguos en sus pensamientos, curioso, ahora somos nosotros los que intentamos poner un poco de cordura en una juventud ansiosa por vivir su día, pensando que es el último.
Este camino que en su tiempo era corto, y fácil de seguir, con la edad se volvió lento, pesado, largo muy largo y en ocasiones muy cuesta arriba, se me antoja que no falta nadie, y que nadie sobra, simplemente son actores que ayudan a escribir el guión de una vida, que aún siendo o procurando ser humilde, no deja de ser la mía, en estos pensamiento inmerso lo recorro lentamente y casi sin darme cuenta aparece nuevamente la pequeña crisálida, se convirtió en mariposa, y su belleza me hace sentir paz, y su compañía felicidad, y revoloteando junto a mí continuo mi marcha…